Nos vemos el lunes.
Besos.
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Mis ojos ven a Marian Anderson. Fotografiada por Richard Avedon
Mis oídos escuchan "Let it be", The Beatles.
Hermanito: [cantando] We are the champioooooons!
Yo: [interesada] por qué cantas?
Hermanito: [obviamente] porque estoy celebrando que gané esta partida en la Play
Yo: [preparándome para dar una lección del tipo lo-importante-es-participar] y por qué no celebras cuando pierdes?
Hermanito: [sin inmutarse] pues porque no hay ninguna canción para eso...
[silencio]
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Mis ojos ven a John Lennon
Mis oídos escuchan "Por la boca vive el pez", de Fito y Fitipaldis
De vez en cuando, y sobre todo si estoy aburrida, busco imágenes bonitas (o al menos curiosas) en internet y juego a invertirle los colores. El resultado es en ocasiones decepcionante, pero si hay suerte la imagen cobra un aspecto totalmente diferente.
Esta manía me viene desde muy pequeñita (cuando todavía no existían los ordenadores y Paint era para nosotros un gran desconocido). Siempre he querido verlo todo del revés, como quien observa al público en vez de atender al concierto. Escribía mensajes sobre papeles de colores y los observaba en el espejo. Entonces las letras cambiaban total y absolutamente, perdiendo todo su significado pero conservando su belleza inicial.
Hay quien puede afirmar que es una gran locura pretender ver el verde rosa. Pero si te fijas bien es bastante sencillo; con la ayuda de la informática todavía más. Sólo tienes que observar atentamente.
El ser humano se ha pasado toda la vida buscando la belleza en las cosas tal y como son. Yo la busco del revés. Y es entonces cuando me doy cuenta de que las calles de París son de color azul turquesa.
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Mis ojos ven un callejero de París.
Mis oídos escuchan el silencio.
He de reconocer que, a pesar de haberme confesado recientemente alérgica al campo, hay algo en la tranquilidad de la aldea que me relaja absolutamente. Aunque para conseguir alcanzar el clímax de la relajación he de estar plenamente segura de que mi encierro-en-la-libertad es solamente temporal.
Cuando estás en un sitio en el que para pisar una tienda has de coger el coche no te preocupas jamás por tu aspecto, sales de casa en pijama y das largos paseos -los nuestros eran del baño a la tienda (unos 500 metros)-.
El tiempo llegó para hacer el tonto, quejarse por lo incómodos que eran las colchonetas y los sacos -doy gracias por ser capaz de dormir incluso encima de una roca-puntiaguda-, ver alguna peli, criticar al impresentable vecino de Ribeira que pegó una paliza a su perro porque se había comido a las gallinas (y ya de paso criticar a todas las personas que le defienden), contar aventurillas y fantasear con el futuro presente.
Esta noche dormiré, tras casi una semana, sin oír grillos. Miraré por la ventana y no veré las estrellas por culpa de la contaminación luminosa (y eso que vivo en un pueblo pequeño). Mañana tendré que vestirme para salir a la calle e iré andando a las tiendas...
...gracias a Dios (a uno en el que no creo)
Por cierto, confesaré que no cumplimos nuestra norma de no entrar en casa. La tercera noche comenzó a llover y tuvimos que abandonar la tienda de campaña. Nos asentamos en la habitación de Loreto, que es pequeña pero muy-bien-apañá.
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Mis ojos ven a mis pies pisar un parque.
Mis oídos escuchan "London Calling" de The Clash
Un domingo por la mañana, contemplando la aburrida tarde que se abalanzaba sobre mí (sobra decir que todos los domingos acudo religiosamente a la comida familiar que tiene lugar en casa de mi abuela), decidí encadenarme al Vogue: la cosa más entretenida que se puede hacer sin cables. Así que cuando había terminado de comer (más bien de cebarme, porque mi abuela nos ceba) y ante una sobremesa soporífera colmada de conversaciones insustanciales por parte de mi tía, abrí mi monísimo bolso y extraje con el cariño de una madre a mi pequeño de 419 páginas.
Fue entonces cuando se produjo un OOOOooooOOOooo!!! en la sala. Todos los asistentes giraron sus cráneos y se dedicaron a observarme en silencio. Fue entonces cuando mi tía rompió el hielo, animando así al otro hermano de mi padre a iniciar la gran discusión
tíA: mi madre! no me extraña que vayas siempre tan divina! (cómo odio recibir halagos de alguien que considero hortera). Además debes de hacer brazo, porque eso pesa seis kilos mínimo.
yo: [ignorándola] ya ves...
tíO: y cuanto te timan por eso?
yo: alrededor de tres euros
tíO:[con los ojos como platos] TRES EUROS?!?!?!?!?!?
yo: sí, más o menos.
tíO: dios mío! cómo anda el mundo! tres euros por esa mierda!
yo: [alzando la vista y extremadamente cabreada] pues sí, tres euros por esta mierda. A ti te cobran 60 por ir a ver a 22 tíos correr. ¡¡¡Y todos con el mismo modelito, mira tú que gracia!!!
tíO: [sin entender muy bien de qué le hablo] ein???
yo: pues que el fútbol mueve millones, y no veo que nadie se queje...
[silencio]
Por cierto, nunca he oído noticias de este calibre: Hinchas de Dior agreden con un mechero a los ultras de Chanel porque aseguran que "les estaban provocando". Debido a esto el desfile Dior haute couture se ha suspendido hasta nuevo aviso.
Punto y final.
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Mis ojos ven un modelo de Dior haute couture otoño-invierno 2006
Mis oídos escuchan The stokes, "Last night"
Hoy, siete de septiembre, el matrimonio de mis padres cumple veintiún años. No podría decir que son muchísimos, ni tampoco que son pocos. Dejémoslo en bastantes... (también depende de con qué los compares).
Podría hablar de los valores que me han transmitido, pero no acabaría nunca. Con la A: amistad, amor. Con la B: bondad, benevolencia. Con la C: cordialidad, cariño, conversación. Así hasta la zeta. Y cuando llegase al final de la lista tendría que volver a empezarla, porque seguramente me hubiera olvidado de algo.
En estos veintiún años se han consolidado como pareja, y como tal tienen cientos de historias en común. Pero también han crecido personalmente en solitario, por lo que a los "recuerdo-aquella-vez-que-hicimos" se suman los "y-aquella-vez-que-hice".
Él: mañana se cumplen veintiuno.
Ella: ummmm
Él:¿Cómo vamos a celebrarlo?
Ella: Creo que es mejor esperar a que María esté en casa.
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Ella:Te quiero más que hace veintiuno.
Él: ...porque entonces casi no nos conocíamos
Desde aquí, y siendo plenamente consciente de que es posible que no lo leáis nunca, os felicito. Por esos casi bodas-de-plata.
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Mis ojos ven "Las dos Fridas"
Mis oídos escuchan "The man on the mirror". Michael Jackson.
El año pasado mi hermana se fue a estudiar fuera de casa, aunque no muy lejos. Venía todos los fines de semana.
El año que viene me iré yo. No tengo ni idea de adonde. Aunque espero volver a casa todos los fines de semana.
He estado pensando en esto y no sé si me hace ilusión o me da miedo. Quizá se entremezclen ambas sensaciones hasta el punto de no saber distinguirlas.
Siempre he destacado por mi capacidad de adaptación a todo tipo de situaciones, por muy extremas que sean. Pero lo que me espera dentro de doce meses no es siquiera similar a las experiencias vividas anteriormente. Contemplo ante mí un inmenso mar de dudas. Mar que con la cercanía de los hechos se va convirtiendo en un océano.
Es posible que esté siendo demasiado melodramática. Incluso podría asegurar que no es para tanto, nadie ha caído en el intento. Pero lo cierto es que esto de "dejar el nido" está tomando cada vez más forma y me siento tristemente eufórica.
Nunca quise crecer...
"Unchain my mind", ruega Ray Charles en esta canción que, a las tantas de la madrugada, resuena en mis oídos. Esa que no puedo dejar de tararear por culpa de mi hermana.
Todo el mundo debería pedir lo mismo que este músico de blues-gospel. Sería ideal que cada habitante de este planeta (y los de toda la galaxia, ya de paso) gritase a los cuatro vientos "¡¡¡Desencadena mi corazón!!!". Porque los corazones humanos están llenos de grilletes. Pesadas cadenas de plomo llamadas P-R-E-J-U-i-C-i-O-S.
La vecina del sexto A se escandaliza cuando descubre que el del tercero es gay. Y eso que ella es muy moderna. La del segundo D está segura de que aquel chico negro que vive a dos calles está con su hija por el dinero de la familia. El señor que está sentado en el banco de la plaza no ve natural que esa señora que acaba de entrar en la tienda de golosinas tenga un hijo y no esté casada.
"Unchain my mind".
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Mis ojos ven una imagen de Benetton
Mis oídos escuchan "Unchain my heart" (cómo no), de Ray Charles