bye bye, summer!

Oficialmente el verano termina (y el otoño comienza) el 22 de septiembre. Pero las hojas ya han empezado a caer, las temperaturas bajan y esas pequeñas gotitas de agua que conocemos como "lluvia" caen con más frecuencia que en la estación cálida. Las camisetas de tirantes y las sandalias desaparecen poco a poco de nuestras calles, dejando sitio a las chaquetas-finitas y abrigos-de-verano.
A todo esto se suma la vuelta al cole (en mi caso la vuelta al instituto-por-última-vez), las continuas referencias a la cuesta de septiembre en el telediario y las primeras noticias de inundaciones.

Mi sufrimiento ha llegado a su fin.

Porque nunca he soportado las altas temperaturas, y debido al cambio climático que afecta a todo el globo terráqueo estas aumentan cada vez más. Veranos secos y cálidos, otoños lluviosos e inviernos ultra-fríos.
En verano estoy siempre agotada, los dedos se me inflan similando haber sido fabricados por Oscar Mayer (que no Oscar de la Renta), y la ropa sobra. Este último punto es el que menos me gusta de la estación calurosa.
Por eso prefiero el invierno. Capas y capas de ropa, miles de prendas sobre mi cuerpo que voy sacando o poniendo según se encuentre mi temperatura corporal. A esto se suma el hecho de que la ropa otoño-invierno es, a mi parecer, mucho más bonita.

Podéis llamarme loca... pero soy un animal de invierno.

...
Mis ojos ven "Huevos al plato sin el plato", de Salvador Dalí.
Mis oídos escuchan "La canción mas hermosa del mundo", de Joaquín Sabina.