La conocí cuando yo era un insignificante feto lleno de sueños y esperanzas. Puso su manita de seis meses sobre la tripa de mamá y noté su presión sobre mi pecho; cada uno de sus tranquilos deditos de eterna bondad. Fue entonces cuando supe que aquella era mi amiga.
Cris tiene los ojos azul brillante en verano y aguamar grisáceo en invierno. Sus codos no dejan de articular palabras una tras otra y sus labios muestran una eterna sonrisa al mundo. Cuando está sentada no deja de mover las rodillas, provocando una molestísima vibración que ahora echaré de menos. Ella adora la monotonía que regalan las cosas conocidas; la misma gente, el mismo pueblo, la misma comida que ya conoce. Y quizá porque yo adoro los cambios nos llevamos tan bien.
Quiere conocer Barcelona, y yo le he prometido que la llevaré en Diciembre. Porque Barcelona es mágica y va ideal para los sueños y las ambiciones.
La muchacha se iniciará este año en la ciencia de la farmacologia y yo la adoro porque va a terner la farmacia más hermosa de toda la galaxia; en la que habrá vitrinas de ébano tallado y básculas de los años 20 de bronce con agujas de nácar y coral.
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Mis ojos ven uno de mis cuadros favoritos. "Mujer con sombrilla", de Monet.
Mis oídos escuchan "If you leave me now", de Chicago