quarta-feira, novembro 21, 2007

scrub

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Ada lloraba cada vez que se rompía un vaso. No podía evitarlo. Observaba impotente cómo el vidrio escapaba de sus caricias, sibilante, embarcado hacia un destino frío y fragmentado. Entonces aparecía aquella superficie lisa, que recibía al recipiente con sus duros brazos abiertos, queriéndolo tan fuerte que todo estallaba en una explosión de mortal amor insatisfecho. Y los ojos de Ada comenzaban a entristecerse mientras contemplaban los añicos de aquella relación fallida. Sus mejillas se sonrosaban para acoger cálidamente a las lágrimas que emigraban a la comisura de sus labios. El cristal, todavía vibrante, esperaba ser visto por última vez como un héroe; mientras Ada lloraba en silencio, con el rostro tranquilo y el corazón encharcado.
Entonces comenzaba el ritual funerario. La joven se agachaba despacio, como inclinándose ante un dios, sin dejar de manar agua de sus ojos. Mimaba cada fragmento meciéndolo entre sus dedos antes de depositarlo en el olvido. Cuando terminaba, abría el grifo con la intención de que el agua tibia eliminase todo resto de culpa de entre sus dedos; retirándose a su cuarto para escuchar a Ponchielli en un último intento de vida y felicidad.


Ayer, cuando aquel vaso hizo crash, no pude evitar acordarme de Ada; y mi corazón la sintió tan cerca que logré sentir sus sollozos en la distancia, mientras La danza de las horas resonaba en la habitación.

...
Mis ojos ven una fantástica fotografía de
/chipinjuliette

Mis oídos escuchan "Orange sky", de Alexi Murdoch.

3 comentários:

JOHNNY INGLE disse...

La causa del llanto aquí no va a ser el vaso roto, los cristales irrecuperables, universo cortante en expansión, creador de galaxias afiladas, sistemas planetarios hirientes.

No.
Aquí el problema va a ser la música, querida: ¿Ponchielli? ¿Y por qué no Jesucristo García????

Tommy disse...

qué paralelismo tan frustrante... me gusta

=]

un besito .

A.J. Arroyo disse...

bonito post. Un saludo.