sexta-feira, abril 04, 2008

murió de amor

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Ausente camina erguida y orgullosa entre la multitud. Impecables las uñas y en los ojos indiferencia. Nadie la observa. Nadie repara en su torso desnudo, en su corazón expuesto, en sus gritos sangrantes. Avanza soltaria y soberbia hacia su destino. Un niño la señala y corre a abrazarla, ella le ignora como ignoran los ignorantes. Continúa su travesía, el pequeño regresa a su labor infantil de imaginar historias de dragones. Como si nada hubiera pasado, porque nada pasa.
Camina sobre cristales igual que camina sobre algodones, porque sus pies son de hierro y sus brazos de clara de huevo. Su piel opaca no quiere mostrar al mundo los secretos de su interior, por si alguien quisiera adueñarse de ellos indebidamente. Y ella, impasible, se aleja poco a poco de la multitud, del calor humano, de aquello que la hace ser uno más entre tantos.

Pronto sus raíces sentirán la frialdad de la roca. A sus tímpanos llegará el sonido de las olas violentas golpeando el acantilado. Se aproximará firme, sin miedo, feliz. Tomará entre sus manos las riendas de su vida y, armándose de valor, saltará. Comenzará pues el rápido descenso.
Hasta que de pronto el reloj se detendrá, cinco minutos antes de que el cielo sea negro y salga la luna traicionera. Y allí se quedará ella.
Suspendida en el aie, inmóvil, paralizada. Como sostenida por sedal y pantomimas. Las piernas levemente encogidas, los ojos bien abiertos, firme en rictus mortem, los largos dedos extendidos hacia el parón espacio-temporal.

...
Mis ojos ven "Eleanor", una fotografía de Harry Callahan
Mis oídos escuchan "Ábreme el pecho y registra". Extremoduro.

2 comentários:

moonriver disse...

Escalofriantemente precioso.

JOHNNY INGLE disse...

Mejor que abrir el pecho y registrar es dejar la puerta cerrada y palpar por fuera.

Debe tener cuidado con las fotografías que observa: usted se deja llevar hasta capas demasiado profundas de la psique (donde no hay ni tripas ni huesos: ahí es peligroso asistir, aunque sea como mero observador).

Le propongo que toque las imágnes y no las describa con palabras. Así estará a salvo.

Es como una vacuna.

Y esa pobre mujer...
¿dónde coño están los Vigilantes de la Playa?