sexta-feira, novembro 10, 2006

miénteme

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A los niños pequeños les encanta mentir. Pregúntale a cualquier "ser humano" menor de ocho años y jurará ser el mejor de su clase, cazar osos a diario y haber batido récords mundiales. Yo misma, cuando era todavía un organismo poco desarrollado, juraba haber visto al feroz lobo de Caperucita persiguiendo a la rojiza niña de rubias trenzas en el bosque "mágico" que veía desde el coche cuando acudía dominicalmente a casa de mi abuela. Mi madre preguntaba, extrañada, cómo era aquel atemorizador animal; e hilando preguntas y preguntas conseguía hacerme caer-de-madura, llenando mi pequeña cabecita de contradicciones que ni yo misma era capaz de enlazar.
Pero a medida que los cuerpos crecen y las neuronas se desarrollan las mentiras deberían ir quedando atrás. Y por eso puedo afirmar que, como bien dice mi ideal hemanita en el comentario que inspiró este post, yo no miento. Jamás de los jamases. No me refiero con esto a pequeñas mentirijillas denominadas por el ser humano 'piadosas', sino a mentiras de las gordas, de esas que cuando se descubren estallan como la nitroglicerina caliente en tus narices.
Las diversas religiones del mundo dicen que no se debe mentir porque irás al infierno, porque el Señor lo escucha todo y castiga, porque en el paraíso no hay lugar para los mentirosos, porque si lo haces te reencarnarás en una rata. Y yo digo que no se debe mentir porque es de pésimo gusto, porque si te descubren -que lo harán- te sonrojarás y las mejillas rojas son poco elegantes excepto cuando hace frío.
Tras una verdad descubierta decidí que jamás volvería a mentir, substituyendo este mál hábito por la omisión de datos o, en la mayoría de los casos, la sinceridad cortante. Al principio me costó decir las cosas tal y como eran, pero poco a poco mi lengua se fue acostumbrando y en la actualidad me considero toda una especialista de la verdad. Y creedme, la gente me lo agradece.
No me gustan las mentiras ni los mentirosos, personajes a los que desterraré sin lugar a dudas cuando lleve a cabo mi plan de dominar el mundo. De este modo los mentirosos se verán obligados a casarse con mentirosas (no habrá matrimonios homosexuales entre ellos, porque los mentirosos son personas con poca personalidad y jamás reconocerán la verdadera naturaleza de su sexualidad). Tendrán hijos mentirosos porque les enseñarán el arte de mentir. Y todos vivirán muy tristes y amargados porque los niños faltarán a clase, los amigos les traicionarán y sus parejas les serán infieles.
Y yo, sentadita en mi trono de color rosa bebé, reiré sinceramente porque 'ni la utilidad de mentir es sólida ni el mal de la verdad perjudica mucho tiempo'.

...
Mis ojos ven "La condición humana", de Magritte
Mis oídos escuchan "Into the dark". Ben Lee.

4 comentários:

JOHNNY INGLE disse...

Pues yo te iba a comentar que nunca dije mentiras de pequeño, pero enseguida me acordé lo tremendo embustero. Lo tuyo de caperucita roja es poco comparado con mi fantasía de la cigüeña. Mi hermano menor nació cuando yo tenía tres años: La noche del parto yo no quería dormirme, quería quedarme vigilando para poder ver la cigüeña. Pero bah, me dormí. El caso es que yo simpre afirmé con total rotundidad, y no me bajaba del burro por más que se reían de mí, que vi entrar a la cigüeña por el ventanuco de la puerta, y que traía al niño en un pañal (más o menos como lo había visto en una figurita que tenía como juguete). Yo sabía que era mentira, es decir, no estaba loco, yo mentía conscientemente, pero nunca me rebajé a confesar el embuste.

De todas formas hay personas que no sé si genéticamente o por qué demonios, que adoptan la mentira como sistema de vida.
Y luego están los neuróticos no diagnosticados, que aparentan ser personas normales, pero viven una mentira como si fuera realidad, y no los contradigas porque pensarán que tú eres el loco.

De todas formas, la verdad que raja, a veces equivale a violencia. Tienes razón, lo mejor es omitir. Una sonrisita y no decir ni mu.

nüSh... disse...

Dios Johnny, me has dejado sin palabras (y no es mentira)...
Lo de la omisión es cierto, pero también es un arte a cultivar. Hay que saber en cada momento las cosas que se pueden decir y las que es mejor guardar tras los dientes.

Anónimo disse...

Yo trato de no mentir, o soy sincera o no digo la verdad. Aún así, en ocasiones, y sólo como la menos mala de las opciones, elijo la mentira. Las cosas no siempre son blancas o negras, existen muchas variedades de grises. Probablemente, creer que nunca mentimos o mentiremos, es o será la mayor de las mentiras que nos decimos o diremos a nosotros mismos. Me gusta mucho tu blog (¡sinceramente!).

nüSh... disse...

gracias :$