quarta-feira, março 26, 2008

limpiando una lechuga

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Cuatro días, tal vez alguno más. O alguno menos, nunca se sabe.
Y todo ha cambiado.
Hoy ha llegado una carta que llevaba esperando algún tiempo; no mucho, el suficiente como para desear algo y que ese algo te marque. Es roja, pero tiene el alma naranja. No he podido evitar llorar mientras la leía, está en catalán y sólo he tenido que buscar una palabra en el diccionario. Césped. Dice cosas tan bonitas.



Mi padre dice que lo bueno de las cosas redondas es que puedes girarlas por completo y seguirán siendo igual de perfectas, redondas, como una pompa de jabón, como esferas flotando inmóviles en el infinito. Y puede que así sea.


Todo ha cambiado en cuatro días.



Ya no me apetece ser berenjena, ahora quiero ser marrón. Marrón chocolate, como mis botines.

Ya no me apetece oler a coco, quiero volver a las violetas. Tal vez las violetas no signifiquen nada para nadie, pero en estos momentos para mí lo son todo.


Se ha derramado la pasta todavía cruda por la alacena, y mientras la guardaba he sentido que algo en mí fluía. Como los pensamientos que llevaban demasiado tiempo aletargados. La he colocado de nuevo silenciosa junto al chocolate, marrón chocolate.


Ya no me apetece marcar mis libros con verde y he cogido el amarillo. Antes odiaba el amarillo y sigue sin agradarme del todo. Supongo que hay cosas a las que nos tenemos que acostumbrar.


Todo ha cambiado en cuatro días.


Y como yo también he cambiado me he sentado a escribir esto en el pasillo, junto a la puerta de entrada. Y ente palabra y palabra me he quedado acurrucada en el suelo, respirando no-asustada.


Todo ha cambiado en cuatro días.

Cuatro, como los soles.

Todo ha cambiado en cuatro días, cuatro.

Todo ha cambiado en cuatro días.

Uno.

Dos.

Tres.

Cuatro.

Todo ha cambiado en cuatro días.

Todo ha cambiado en cuatro días.

Marrón chocolate.

Y yo no me atrevo a probar mi nuevo carmín rojo, del rojo exacto. Igual que no me atrevo a publicar esto, porque si lo hago será verdad.


Algo, al menos algo, ha cambiado.

...

Mis ojos ven un grabado al aguafuerte.

Mis oídos escuchan el agua hervir.

sábado, março 22, 2008

(paréntesis)

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Yo me senté a escuchar una canción demasiado empalagosa como para ser recordada. Agarré las tijeras metálicas de cocina y me deshice de varios centímetros de rizos castaños porque pesaba más la cabeza que el corazón. Inspiré profundamente llenándome el tórax de alma, cerré los ojos con fuerza para impedir que escapasen los sentimientos, ahogué un grito en mi garganta, temblé porque me lo pedía el cuerpo.
Y entonces la bañera comenzó a encojerse hasta que me perdí en su pequeñez como un feto que crece resguardado por el útero de una madre adolescente que nunca dejará de sacrificarse. Mi corazón empezó a derretirse y las uñas se tintaron de silvestre, inundadas por el calor de un susurro. El instinto me caló los huesos, el frío me abrasó la piel.





El joven muchacho se sentó en aquel balcón a esperar que los años pasasen inertes ante sus ojos. Observó a las muchachas y ninguna le valía porque creía estar convencido de que moriría en soledad. Entonces ella se acercó descarada bailando descalza y le preguntó muy seria: "Si nadie sabe con total certeza qué le depara el destino, ¿por qué tú habrías de ser especial y privilegiado?".
Se lo dijo convencida, vibrando en sus ojos la miel de la juventud. "Me lo dicen el alma y el oráculo", contestó él. Y ella arrogante abrió los labios para decir "El alma y el oráculo son como una hormiga comparado con esto".
Acto seguido, se alejó difuminándose como había venido. Y todo continuó igual en aquel balcón.
...
Mis ojos ven un retrato de Klimt a "Helene"
Mis oídos escuchan algo.

segunda-feira, março 17, 2008

bah

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Transtornada me hallo en esta mi casa que sigue siendo mía aunque ya no respire en ella tan habitualmente. Con palillos chinos en la cabeza, que ahora parece ser que el pelo recogido me queda mejor que suelto. Porque un pez me ha hablado para decirme cosas bonitas que acaban empalagando como comer azúcar a cucharadas, y ya empieza a dar miedo su interrogatorio. ´
Porque él vive todavía en un mar de hormonas efervescentes en el que puede que yo no me vuelva a bañar, aunque a ratos sigo teniendo cara de cría.
Dios me manda mensajes al móvil, que si me muerdo tanto los labios acabaré por arrancármelos.
No soy tan seria, pero no me sale hacer el gilipollas, tal vez me intimides.
Las dos que conmigo forman el trío de ases siguen igual que siempre; me río, cantamos en el coche, bailamos en la calle, vivimos nuestras vidas. Pero son las mismas que dejé cuando me iba, tal vez con la lengua un poco más afilada; mejor todavía.
Bailemos despacito tres canciones, que la vida es lo suficientemente larga como para saborearla. Y si me muero mañana a tí te dejo este puñado de palabras cursis que de momento no tienen dueño (como yo, que soy un alma libre).
rechupeteable, amorenvena, cariño, cielo, amormío, hellokittie, winniedepooh, elcorazónblandito.
O de cómo escribir una entrada sin decir nada en concreto.

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Mis ojos ven.
Mis oídos escuchan.

terça-feira, março 11, 2008

estúpido

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Resulta que me he acostumbrado a respirar aire sin humedad, a la libertad del viejo rockero, al vengo y voy o voy y vengo.
La maleta roja anticipadamente preparada descansa a los pies de la cama; llena de risas, recuerdos y anécdotas curiosas que contar algún día a mis nietos.
Succiono los segundos que me quedan degustandolos uno a uno, porque pronto volveré a juntar la comida con la cena y gritar a los cuatro vientos que quiero fotos con el pelo liso y los morros carmín.
Dulces en la plaza, golpes en la nariz, lucha libre que ni siquiera me gusta, gasa rosa pastel para hacer una blusa romántica, abrazos a padre que siempre se deja abrazar. Todo eso está allí.
Y aquí un sofá azul celeste que siempre me envuelve cariñoso, clases de preparación al parto sobre la cama, así sí, largos paseos escuchando tan sólo mi propio querer.


Y añadió el rey:
- Traedme una espada.
Y trajeron al rey una espada.
En seguida el rey dijo:
- Partid en dos al niño vivo, y dad la mitad a la una y la otra mitad a la otra.
Entonces la mujer de quien era el hijo vivo habló al rey (porque sus entrañas se le conmovieron por su hijo), y le dijo:
- ¡Ah, señor mío! dad a esta el niño vivo, y no lo matéis.
- Ni a mí ni a ti; partidlo -dijo la otra.

Entonces el rey respondió:
- Entregad a aquella el niño vivo, y no lo matéis; ella es su madre.
Todo Israel oyó aquel juicio que había pronunciado el rey, y temieron al rey, pues vieron que Dios le había dado sabiduría para juzgar



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Mis ojos ven "Jóvenes emergentes"
Mis oídos escuchan "Qué bueno, qué bueno", Jorge Drexler y Jarabe de palo. Véanlo aquí

domingo, março 02, 2008

yoyó

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Sientes bajar el sol entre tus piernas,
cayendo lágrimas polvorientas al vacío,
mintiendo la nariz al carmín berenjena,
saliendo cada noche a pasear con las almas.

Sientes que tus venas se entrecruzan,
esperando cada noche el mismo verso,
salpicando de verdades la mentira,
escupiendo gozo y luz sobre la mesa.

Sientes que el color rojo es el más bello,
habiendo disfrutado de los verdes,
tropezando al caminar sin levantarse,
disfrutando de la piedra en el camino.

Sientes y no quieres que se olvide,
sonriendo a cada extraño que te encuentras,
calentando tu sillón por si no vuelves,
disfrazando la amistad de sexoenvena.

Sientes que tu vida está completa,
explotando el mar amigo como fiera,
inhalando el humo negro que te envuelve,
esperando una vez más el ser salvada.

Sientes que la vida grita y clama,
nombrando a todo aquel que se le enfrente,
escuchando el vil crujir de las pestañas,
vomitando las paredes sus verdades.

Sientes que tus manos están locas,
dibujando en cada esquina tus placeres,
gimiendo entre colchones y amapolas,
estallando de virtud en el silencio.

Sientes y no quieres ser sentido,
espiando poco más que una gacela,
humillando a todo aquel que lo merece,
perpetrando el cruel delito de la vida.


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Mis ojos ven mi cartera en el río
Mis oídos escuchan a la felicidad de nuevo.

sábado, março 01, 2008

dodecaedro

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Tumbada sobre la sábana blanca que bien pudiera ser un sudario reflexiona y el miedo la paraliza. Quiere mover los pies y no puede porque tal vez estén atados con la soledad de nuevo. Observa al techo durante unos segundos, quizás horas, y no se cae sobre su cabeza pero oprime su pecho y la asfixia.
No sabe por qué lo hace pero lo hace, y poco a poco se arrepiente pero el reloj sólo sabe mover su tic-tac hacia el frente. No quiere música ni más canciones absurdas de falsas esperanzas, quiere escaparse con la única compañía del obturador y poner entre interrogantes su cerebro para autotorturarse lentamente hasta que todo se aclare para quedar como anécdota del pasado.
Pero no puede. No puede levantarse de cama porque teme que las respuestas vayan a ella sin que ella tenga que ir a buscarlas. No puede mover ni un sólo dedo, su sangre no circula y sus pupilas permanecen fijas en el blanco de encima de su cabeza.
Y las dudas le golpean los oídos en forma de canica que no deja de rodar. Piensa que está siendo un poco paranoica y casi con total seguridad es cierto, porque ya le ha pasado más veces.

No quiere que la gente hable del tema hoy, ni nunca. No quiere que le pregunten qué le pasa, ni quiere tener que responder que no lo sabe. No quiere que se escape la felicidad de entre sus dedos, que caduque su sonrisa perenne, que los labios se sellen y los dedos se congelen. No quiere tener que decir adios ni rogar a Dios, no quiere que las arañas mordisqueen sus nervios, no quiere que llegue el futuro que sabe algún día llegará.


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Mis ojos ven "Saturno devorando a su hijo", por Peter Paul Rubens
Mis oídos escuchan una canica rodar.