El amor es terrorífico y asusta.
Es como el sol ardiente que nos abrasa la piel provocando dolorosísimas ampollas que sólo el tiempo y una buena pomada pueden curar. Es como las ganas de vomitar en medio de la madrugada, cuando te despiertas evuelto en sudores fríos por culpa de una pesadilla que no deja de golpear insistentemente tus meninges.
Nos hace dependientes, y yo quiero ser gato. Nos obliga a suspirar con elevada frecuencia y mover los párpados como si fuesen alas de insecto. Reduce nuestras neuronas a la mínima expresión, haciendo que todas y cada una dancen al compás del músculo cardíaco.
El amor se pasa por el forro el protocolo de Kyoto. Es una basura porque invade nuestro cráneo contaminándolo hasta saturarlo por completo, y sólo podemos sentirnos plenamente realizados cuando la persona amada está a nuestra vera. Deja a un lado los instintos y el raciocinio, porque con amor sólo hay amor.
Las mariposas en el estómago producen ardor y mareos, ganas de hacer locuras absurdas de las que nosotros mismos nos burlaríamos si estuviésemos cuerdos.
Y a mí, que nunca he creído en el amor, lo único que me alivia es saber que no estoy enamorada.
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Mis ojos ven "mujer con sombrilla"
Mis oídos escuchan el clic.clic.clic de las teclas al ser pulsadas.